Anarquismo en México
Mónica Serrano Díaz
moni_ks@hotmail.com
El movimiento anarquista en México
surge 50 años antes de la revolución
de 1910, es producto de un turbulento proceso
de desarrollo después de concluida
la guerra de independencia. Sus influencias,
son traídas de Europa, prácticamente
el mutualismo de Proudhon, el colectivismo
de Bakunin, el comunismo anárquico
de Kropotkin, el individualismo de Godwin
y Stirner, así como el socialismo
de Owen.
Hubo un primer intento de traer el anarquismo
a México por parte del inglés
Roberto Owen, en el año de 1824,
en el estado mexicano de Texas, pero fracasaron
las gestiones con el gobierno mexicano,
para hacer en dicho estado el escenario
de su utopía y de su sociedad perfecta
(Nueva Armonía).
El segundo intento de traer el anarquismo
a México que hubo fue más
fructífero, y lo hace un inmigrante
griego llamado Plotino Rhodakanaty, humanista,
pacifista y político activista influenciado
principalmente por las ideas de Proudhon
y Fourier.
En el año de 1860 durante su estadía
en Francia, Rhodakanaty conoció a
un joven socialista mexicano que le hablóAå
de los decretos agrarios dictados por el
gobierno de Comonfort, donde sé hacia
la invitación a los extranjeros para
establecerse en el país y crear nuevas
colonias agrícolas independientes.
Pero es a finales del mes de marzo del siguiente
año de 1861, que llega a México,
pero las colonias agrícolas planeadas
por Comonfort, se habían olvidado
tiempo atrás, a causa de la guerra
de reforma. A su llegada al país
Rhodakanaty comprobó que los campesinos,
en sus pueblos tradicionales, vivían
según las ideas básicas de
Fourier y Proudhon, pero estaban siendo
oprimidos por el despojo de los hacendados
y por la insensibilidad de un gobierno indiferente,
decide organizarlos y construir con su propia
iniciativa un sistema socialista de colonias
agrarias.
Para poder conquistar adeptos Rhodakanaty,
publica "La Cartilla Socialista"
(Catecismo Elemental de la Escuela Socialista
de Carlos Fourier), y para poder convencer
al lector de que el socialismo era deseable
e idóneo. Al no reclutar un numero
suficiente de partidarios, para poder conformar
una colonia agrícola, ocupa un puesto
de profesor en una escuela preparatoria,
para poder hacer adeptos al socialismo libertario,
1863 junto a sus alumnos forma un grupo
de estudio, que posterior mente se le da
el nombre de "Grupo de Estudiantes
Socialistas", de este grupo, surgieron
futuros jefes del socialismo en México,
como Francisco Zalacosta, quien encabezaría
las futuras luchas agrarias; Santiago Villanueva,
organizador del primer movimiento obrero
en el país; Hermenegildo Villavicencio,
que colabora con Villanueva.
Al terminar la escuela en 1865, los estudiantes
se hicieron artesanos, pero al ver los crecientes
problemas que sufrían los artesanos,
a causa y como consecuencia de las fabricas,
que redujeron a la impotencia al sistema
gremial de protección mutua, intentaron
revivir la primera organización mutualista
del país, "La Sociedad Particular
de Socorros Mutuos" que fue formada
en 1853 por artesanos sombrereros, pero
ahora con la posición ideológica
del socialismo libertario.
Otra organización anarquista de influencia
bakuninista (una sociedad secreta), "La
Social, Sección Internacionalista"
surgida también del Club Grupo de
Estudiantes Socialistas, es formada en 1868
y cuyo plan era la instauración del
socialismo en México y destruir la
relación entre el Estado y el sistema
económico, para la reorganización
de la propiedad, la abolición de
la política y de los partidos políticos,
la completa destrucción del sistema
feudal y la promulgación de leyes
de reforma agraria. La Social, aunque se
disuelve al poco tiempo de formada y es
hasta 1871 cuando vuelve a formarse (con
los socios fundadores: Rhodakanaty, Zalacosta,
Villanueva y Villavicencio), tiene gran
influencia en la creación del movimiento
agrario y obrero en el siglo XIX, en México.
En Marzo de 1865 los obreros de las fabricas
de San Ildefonso Tlalnepantla y la de La
Colmena, en México, avisaron a las
sociedades recién formadas, que deseaban
proteger sus intereses. La Social y La Sociedad
Particular de Socorros Mutuos, nombran a
Zalacosta y a Villanueva, como delegados
para tratar con los obreros, y de estas
reuniones surge "La Sociedad Mutualista
del Ramo de Hilados y Tejidos del Valle
de México", que abarcaba a los
obreros de ambas fabricas.
El 10 de junio, los empleados de la fabrica
de San Ildefonso abandonaron su trabajo
y al día siguiente los de La Colmena.
Y el 19 de junio, el representante del gobierno
se presento en la Fabrica de San Ildefonso
con 25 hombres armados, rompiendo la primera
huelga obrera en México.
Para resarcir la derrota en Tlalnepantla,
Villanueva y Villavicencio crean una nueva
sociedad, según los principios de
Bakunin, con el nombre de "Sociedad
Agrícola Oriental", siendo en
las décadas 1860 y 1880 el principal
centro de actividad anarquista y de organización
laboral urbana.
Mientras sus adeptos sufrían la derrota
en Tlalnepantla Rhodakanaty seguía
insistiendo en las comunas agrícolas
y organiza una en Chalco, Estado de México,
con el fin mismo de La Social, y funda al
mismo tiempo una escuela para campesinos
llamada "La Escuela del Rayo y del
Socialismo", donde se enseñaba
a los campesinos a leer y a escribir, oratoria,
métodos de organización y
los ideales del socialismo libertario.
Un estudiante de nombre Julio Chávez
López (Julio o Julián Chávez
López, no se sabe exactamente el
nombre), llamó la atención
de Rhodakanaty, por su rápido aprendizaje
y por su elocuencia al decir discursos.
Chávez López fue influenciado
profundamente por Rhodakanaty y Zalacosta,
demostrando sus principios anarquistas al
escribir: "soy socialista porque soy
enemigo de todos los gobiernos y comunista
porque mis hermanos quieren trabajar las
tierras en común".
Los campesinos y Chávez López,
estaban resueltos a tomar medidas drásticas,
al hacerse justicia y reestructurar el orden
agrario en la zona de Chalco, y Rhodakanaty
por su condición de pacifista, temía
a la posibilidad de violencia, abandonando
la escuela en 1867 y después de su
partida, Chávez reúne a un
pequeño grupo de seguidores e invade
las haciendas en la zona de Chalco y Texcoco
y a los pocos meses extiende sus actividades
a Morelos en el sur, al este en San Martín
Texmelucan y l oeste hasta Tlalpan. Chávez
López atraía a la clase indígena
prometiéndoles tierras de las haciendas,
por lo que el y su lucha son los antecesores
del Zapatismo, en la revolución de
1910.
El 20 de Abril de 1869 se publica el manifiesto
de Chávez, que incitaba al pueblo
a levantarse en armas para establecer un
nuevo orden agrario y oponer resistencia
a lo que describía como opresión
de las clases altas y de la tiranía
política del gobierno central.
La importancia del manifiesto de Chávez
en el desarrollo de la ideología
agraria, es que, introdujo el concepto europeo
de socialismo, de la lucha de clases, al
movimiento mexicano, situando las injusticias
sufridas de los campesinos dentro de un
contexto histórico e identificando
a los responsables.
Además Chávez proponía
en su manifiesto reemplazar la soberanía
del gobierno nacional, al que veía
como el corrupto colaborador de los hacendados,
por el verdadero principio de poblados con
gobiernos autónomos, el ideal común
a muchas revoluciones agrarias.
El manifiesto de Chávez, fue la expresión
de un tipo de ideología de lucha
de clases que surgían del desesperado
movimiento agrario mexicano.
Pero muchos obstáculos encontraron
Chávez y sus seguidores en su lucha
y pocos días de haberse publicado
su manifiesto, este es detenido y conducido
a Chalco, logrando ser rescatado por sus
amigos campesinos, tuvo que refugiarse en
los cerros y después de tiempo el
avance de Chávez era inminente en
Texmelucan, Apizaco, Tlaxcala e Hidalgo,
y junto con su gente vence a las tropas
del ejercito.
Conforme avanzaba Chávez, intentaba
ganarse el apoyo de la gente leyéndoles
y explicándoles la ideología
de su manifiesto, y demostraba la aplicación
practica apoderándose de haciendas
y distribuyendo la tierra entre los campesinos.
Chávez llego hasta Actopan, donde
estableció su campamento y comenzó
a preparar el ataque, pero fue sorprendido
y derrotado por el ejercito juarista, conduciéndolo
a Chalco donde fue fusilado en el patio
de La Escuela del Rayo y el Socialismo,
el 1 de septiembre de 1869, se cree que
dijo: "Viva el Socialismo" al
ser fusilado.
El movimiento campesino de Chávez
fue el primero en la historia de México,
que pidió la reorganización
de la sociedad y que lucho por la formación
de las sociedades agrícolas que estarán
siempre vigilando la defensa común
sin necesidad de extraños que den
ordenes y castiguen.
Después de la muerte de Chávez
y el regreso a Europa por parte de Rhodakanaty,
así como el aparente fracaso de los
demás miembros de La Social y La
Sociedad Particular de Socorros Mutuos (El
grupo de Estudiantes Socialistas), se suscitaron
nuevas formas de lucha tanto en las zonas
urbanas como en las rurales, el anarquismo
no desapareció totalmente de México,
creándose así nuevos grupos
y organizaciones con las mismas bases de
las propuestas de Rhodakanaty, de los miembros
de La Social y de Julio Chávez López,
surgen igualmente la prensa obrera, con
el Magonismo, el Partido Liberal y Regeneración;
las federaciones obreras con La Casa del
Obrero Mundial en cuyo seno las ideas anarquistas
eran mayoritarias.
M. BAKUNIN
Revolucionario ruso. Uno de los fundadores
del anarquismo. En los años 1830,
Bakunin fue un Joven Hegeliano. En 1848
participó en la revolución
en Alemania (alzamiento de Dresden). Fue
arrestado en 1849 y entregado a las autoridades
rusas.
Sentenciado a cadena perpetua, fue enviado
al exilio interno en Siberia luego de la
muerte del Zar Nicolás I (1857).
En 1861 fugó de Rusia y se trasladó
a Londres.
Desde Londres, Bakunin participó
en la Liga de la Paz y la Libertad. En el
II Congreso de la Liga, en 1868, él
y sus correligionarios, estando en la minoría,
dividieron a la Liga para establecer su
propia organización, la Alianza Internacional
de la Democracia Socialista. A fines de
año Bakunin se muda a Ginebra.
En 1869 la Alianza se une a la Internacional
Obrera. En la Internacional Bakunin emerge
como líder de un importante bloque
en oposición a Karl Marx.
Él se dedica en esos años
a viajar por Francia y Suiza, dando charlas
y agitando por sus posiciones políticas.
En 1872 es expulsado de la Internacional.
En 1874 participa en una fallida insurrección
en Boloña. Viaja a Berna en Junio
de 1876, y allí muere el 1 de julio
del mismo año. De él, Federico
Engels escribiría que combinó
a Stirner con Proudhon, llamando a dicha
combinación "anarquismo".
Pierre Joseph Proudhon
Nace en Besançon, Trabaja como pastor
y como aprendiz de impresor. Obtiene una
beca para estudiar pero la pierde en pocos
años por su radicalismo político.
En 1848 es elegido diputado en la Asamblea
Nacional.
El fracaso de todas sus propuestas le hace
abandonar las vías políticas
oficiales y defender posturas anarquistas.
Considera que el individuo es un ser imperfecto
por lo que cualquier reforma social requiere
la reforma moral del individuo. La familia
y la propiedad familiar debe ser la base
de la economía. Debe desaparecer
el Gobierno, el crédito, la banca
y el dinero.
Fue duramente criticado por Marx en la Miseria
de la filosofía.
Su aportación principal es el denominado
"anarquismo teórico". "¿Qué
es la propiedad", su primer ensayo,
escrito en 1840, le presenta en sociedad
como uno de los principales pensadores de
la época. Su filosofía abogaba
por la existencia de un orden natural, basado
en la armonía, y la fundación
de un banco para el pueblo que eliminase
los intereses por el préstamo de
dinero. Proudhon es autor de otros trabajos
como: "La filosofía de la miseria",
"La guerra y la paz" y "
Memorias de la propiedad".
RICARDO FLORES MAGÓN
Ricardo inició su actividad política
como líder estudiantil antiporfirista.
Participó en las manifestaciones
callejeras de la ciudad de México
que tuvieron lugar en mayo de 1892.
Gómez-Quiñones escribe que
la protesta de 60 estudiantes y otras personalidades,
tenía el objetivo de exigir elecciones
libres y de pedir a Díaz dejara la
presidencia.
Samuel Kaplan, en su libro Combatimos la
tiranía, reproduce un fragmento del
discurso de Ricardo frente a la escuela
de Minería:
En 1876 -gritó Ricardo- Díaz
denunció al presidente Lerdo de Tejada
¿Por qué? Por querer reelegirse.
¿Pero qué sucedió al
año siguiente? El rebelde Díaz
se adueñó del control del
gobierno. ¿Y que pasó entonces,
compañeros? Díaz, cómodamente
perdió la memoria en cuanto a su
santo y seña de la no reelección.
Desde entonces, el tirano se ha hecho reelegir
sin cesar, menos en el período en
que su protegido González ocupó
la presidencia... ¿Cómo se
reelige? ¡Ya lo saben! Por medio de
sus jefes políticos contrata las
elecciones en todos y cada uno de los distritos
del país... amenazando a los obreros
con correrlos del trabajo si no votan por
Díaz. Aterrorizan a los campesinos.
Los emborrachan con pulque o mezcal y los
llevan como ganado a las urnas. Y, por si
fuera poco, ¿quién vende nuestro
país a los industriales franceses,
ingleses y norteamericanos, de modo que,
además de ser esclavos de la iglesia,
lo somos también de los países
extranjeros?
Hernández Padilla relata que un centenar
de personas, entre azoradas e incrédulas,
escuchaban a tan osado estudiante. De pronto,
apareció la caballada y, cargando
contra la multitud, trató de dispersarla.
Los sables alcanzaron a algunos fatalmente,
otros quedaron heridos, los demás
corrían y gritaban: "¡Muera
Díaz! ¡Viva la libertad!"
Dos de los hermanos Flores Magón,
Jesús y Ricardo, fueron aprehendidos
y enviados durante un mes a la cárcel;
Enrique, el más joven, pudo escapar.
Una vez libre, Ricardo empezó a publicar
sus primeros escritos en el periódico
opositor El Demócrata. Gracias al
mismo Kaplan, podemos conocer un párrafo
de un editorial El Demócrata, escrito
por Ricardo:
Cada hacendado se ha vuelto un barón
feudal.
Tiene poder de vida y muerte sobre los míseros
peones; sus hijas y mujeres atractivas están
a disposición de el. Y no hay autoridad
que les diga nada.
Cuando venden sus propiedades las enumera
y hace constar que consisten en tantas miles
de hectáreas, tanto bueyes, vacas,
peones y otros animales.
¡Así aparece en las escrituras!¡Dios
lo ayude a México!, donde los seres
humanos son tratados peor que vacas o puercos.
Donde el 80% de todos los trabajadores de
hacienda existen -¡no viven! - , en
estado de peonaje en manifiesta esclavitud.
¡Mexicanos, examinen su Constitución!
¿Reconoce acaso el derecho de un
acreedor de apoderarse y retener el cuerpo
un deudor? ¡Por la gloriosa memoria
de Benito Juárez, no! Pero, ¿por
qué preocuparse un comino por la
Constitución? ¿Por qué,
ciertamente, cuando es la cosa más
fácil del mundo, amontonar sobre
ella el lodo del desprecio en tal forma
que ya no es visible en los llamados tribunales?
En todas partes las autoridades, con alaridos
de placer, juntan sus manos a las de los
opresores del pueblo.
La razón hasta los ciegos pueden
verla. Los pretendidos protectores de los
derechos del pueblo son de la non sancta
alianza. ¿Por cuanto tiempo, oh Señor?
Aumentó el número de lectores
de El Demócrata y, por consecuencia,
su tiraje. Porfirio Díaz envió
a Miguel Cabrera, jefe de policía,
al frente de un grupo de secuaces a clausurar
la oficina del mencionado periódico
y a detener a los Flores Magón. En
esta ocasión sólo apresaron
al mayor de los hermanos, a Jesús.
Durante seis años, los Flores Magón
ahorraron cuanto pudieron. Hasta el 7 de
agosto de 1900 pudieron publicar su propio
periódico: Regeneración.
Antes de analizar y comentar los artículos
de Ricardo, durante los primeros diez años
de Regeneración, es necesario retroceder
un poco para relatar el resurgimiento político
del clero católico mexicano, cobijado
y protegido por la dictadura porfirista.
En San Luis Potosí, cuenta Cockcroft,
los sacerdotes fueron vistos llevando puestas
en público sus elaboradas vestimentas
sacerdotales de satín y oro. Se permitió
que funcionaran escuelas católicas
en varias partes del Estado. Los liberales
locales se irritaban cada vez más
por estos abiertos desafíos a la
Constitución de 1857 y a las Leyes
de Reforma.
En el verano de 1900, los liberales acusaron
formalmente al obispo de San Luis Potosí,
Ignacio Montes de Oca y Obregón,
de manipulaciones ilegales de bienes raíces.
Como podía esperarse, la justicia
local exoneró al obispo (doce años
más tarde la decisión fue
revocada). Estaba implícito en los
cargos de los liberales contra el obispo,
un sentimiento difundido de que la Iglesia
había recobrado, en San Luis Potosí,
un grado reminiscente del poder de la Iglesia
anterior a las leyes de Reforma.
Un monasterio abandonado en el Estado, que
había sido convertido en un colegio
de monjas, enfureció a los liberales,
quienes declararon que el edificio estaba
siendo usado como escuela católica
para niñas.
Pero la gota que derramó el vaso
fue un discurso, en París, el 6 junio
de 1900, del obispo mencionado ante la Asamblea
General del Congreso Internacional de Agencias
Católicas. El 7 de agosto de 1900,
el mismo día que aparecía
en la capital del país el primer
número de Regeneración, El
Estandarte publicó el discurso del
Obispo.
Montes de Oca y Obregón, que trece
años antes había advertido
a los católicos que "las mejores
épocas" eran cosa del pasado,
ahora aseguraba que gracias a la benévola
dirección del gobierno de Díaz
y con el apoyo de las mujeres mexicanos,
la Iglesia de México había
alcanzado "la prosperidad actual".
Las Leyes de Reforma, declaraba el obispo,
son leños apagados. El 30 de agosto,
Camilo Arriaga publicó su manifiesto
"Invitación al Partido Liberal",
denunciando el resurgimiento de" clericalismo
bajo el porfiriato. No se imaginaba que
prendía la chispa del incendio, social
que haría caer al dictador.
Camilo Arriaga, potosino e ingeniero de
minas, fue, como Madero, un intelectual
de clase alta de una familia oligárquica
norteña aunque representó
una tendencia mucho más radical,
entre los intelectuales inconformes de México,
que la ejemplificada por Madero.
Sujeto como estaba a los intereses de la
burguesía mexicana, ante de Ricardo
y sus seguidores cercanos, Arriaga se quedó
en los límites del reformismo burgués.
En 1888, el tirano Díaz hizo que
el gobernador de San Luis Potosí
nombraba a Camilo Arriaga, Diputado de la
Legislatura del Estado. En 1890, cuando
su padre murió, Camilo, de 28 años
de edad, fue ascendido dictador a Diputado
del Congreso Nacional, puesto que retuvo
1898.
A pesar del imperante positivismo de la
educación oficial – nos dice
Cockcroft, Camilo empezó a leer las
obras de Proudhon, Marx, Engels, Bakunin
y otros socialistas y anarquistas europeos.
Más tarde, antes de su declaración
liberal de rebelión, en 1900 Arriaga
fue a Europa, en donde adquirió su
posteriormente famosa biblioteca de libros
y folletos radicales europeos.
En 1898, Arriaga se presentó ante
el Congreso para comunicar el engaño
de la Iglesia y de sus colaboradores político.
Una minoría de diputados lo apoyó.
Todos ellos fueron eliminados del Congreso
por el tirano Díaz, ese mismo año.
Usando el capital que la crisis de 1892-1895
le había dejado, Camilo dedicó
dinero y esfuerzo para formar un movimiento
de oposición política contra
Díaz.
Cuando Arriaga, en 1899, regresó
a San Luis Potosí, cultivó
la amistad de jóvenes políticos
liberales disidentes, como Juan Sarabia
y Antonio Díaz Soto y Gama. Pronto
se agregaron Librado Rivera y los Flores
Magón. Esta nueva generación
de jóvenes idealistas se reunían
con Arriaga, frecuentemente en su propio
domicilio a leer y comentar algunas de las
obras de los autores revolucionarios más
avanzados de la época.
El 23 de febrero de 1901. Regeneración,
reconoció que Camilo Arriaga era
"el alma del actual movimiento político".
Camilo, un intelectual de la clase alta,
fue un precursor de la Revolución
Mexicana al difundir las obras de socialista
y anarquista a los descontentos de otras
clases sociales.
Santiago R. de la Vega, escribió
más tarde: "Camilo ponía
en nuestras manos a Carlos Marx. Por camilo
conocí al dulce príncipe Kropotkin
y toda la biblioteca Stock, que se especializaba
en publicar y distribuir las obras de los
líderes anarquistas europeos".
Antonio Díaz Soto y Gama, años
después, recordaría los libros
que Camilo le daba a leer: La conquista
del pan, Memoria de un revolucionario, La
ética, El apoyo mutuo como factor
de progreso entre los animales y los hombros,
de Kropotkin; el ideal anarquista, de Elisée
Réclus y varios libros de Bakunin,
Carlos Malato, Proudhon y Marx.
Mónica Serrano Díaz
moni_ks@hotmail.com
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Cuadrivio
de Mestre
Adolfo Castañón
A Ricardo Mestre (Cataluña 1906-México
1997) lo conocí gracias a Héctor
Subirats y a José Luis Rivas quienes
colaboraban con él y con otros compañeros
(como A. Eyzaguirre y V. Molina) editando
una modesta revista de ambiciones provocadoras,
festivas y escépticas. Caos -así
se llamaba alcanzó varios números.
Siete, si no recuerde mal donde, además,
de los mencionados se publicaron entre 1974
y 1981 ensayos y textos de Max Stirner,
Cornelius Castoriadis, Georges Bataille,
E. M. Cioran, Fernando Savater, Tomás
Pollan, Agustín García Calvo,
H.L. Mencken, Claude Lefort, Pierre Clastres,
Luis Racionero, Jaime Moreno Villarreal,
Alfonso D'Aquino, Jan Kott, Manifiestos
Situacionistas y unos memorables Poemínimos
apócrifos de Efraín Huerta
cortesía del colectivo Caos, entre
otros materiales. En uno de los últimos
números estos buenos amigos hicieron
espacio para publicar algunas de las sátiras
que componen un libro precoz, (como todos
los míos), en parte inspirado en
el latino Juvenal y en parte alentado por
los bochornosos episodios circundantes en
México a principios de los años
ochenta.
Ricardo Mestre Ventura tenía algo
de corpulento patriarca bíblico,
una voz estentórea y resonante como
de guerrero troyano y una mirada viva, benévola
y traviesa. Llevaba mucho tiempo en México,
desde los años cuarenta, adonde había
llegado al término de la Guerra Civil
Española que, para él, como
para otros tantos anarquistas, fue doblemente
arriesgada. En un despacho de la calle de
Morelos, situado cerca de Bucareli y del
Café La Habana, en pleno corazón
del antiguo México político
y periodista, animaba y orientaba un grupo
de estudios libertarios; el sitio daba servicio
de biblioteca, se consultaban revistas extranjeras
afines y era, por supuesto, un punto de
reunión obligado para ciertos heterodoxos.
Aquel lugar honesto y luminoso poco tenía
que ver con las covachuelas tenebrosas que
mi imaginación aderezaba alrededor
de los conjurados Demonios de Dostoievsky,
del evasivo Silvestre Lanza o de las biografías
de los atormentados mexicanos Ricardo Flores
Magón y Librado Rivera. La bondad
incondicional de Ricardo Mestre, su bonhomía
de fondo campesino y mediterráneo,
su paternal modestia corrían el riesgo
de hacer olvidar el peso de su experiencia
vivida y leída. Desconfiaba de la
autoridad en primer lugar de la propia y
le gustaba jugar a las ideas respetando
las del adversario. Cuando la charla se
prolongaba, íbamos a comer al Mesón
del Cid, muy cerca de su oficina pues a
él le gustaba asistir al espectáculo
de mi paladar aventurero mientras recordaba
golosamente sus peripecias en la Revolución
de 1934 en Barcelona o despotricaba contra
los diversos y zurdos promotores de la violencia
armada como instrumento del cambio político.
A Ricardo Mestre le debo además de
muchos buenos recuerdos, un cuadrivio de
cuatro lecciones: la primera es la lectura
del doctrinario libertario Rudolf Rocker
y de su imponente Nacionalismo y cultura,
libro de cabecera no confesado de más
de uno; la segunda: una convicción
clara que para mi representó un alivio
y un descubrimiento de que se puede (y acaso
se debe) hacer política fuera de
los partidos, una actitud paralela a la
idea esa es la tercera lección de
que la sociedad puede prescindir de la vigilancia
y control de los gobiernos, que las sociedades,
provistas de una cierta educación
son capaces merced a la organización
y al Apoyo Mutuo (cf. Kropotkin) de administrarse
a si mismas sin demasiados aspavientos (lo
que de hecho ocurre en no pocos lugares
donde las cosas funcionan). El corolario
de estas ideas (cuarta lección) es
la idea (poco romántica y atrevidamente
estóica y epicúrea) de que
la cultura ha de ser instrumento de la felicidad
y la alegría, un agente de la Gaya
Ciencia y no de un enigmático terror
supersticioso fundado en infundadas reverencias.
Esta crítica al terrorismo alfabético
(del que yo había sido víctima
y del que me sentía en aquellos años
de contracultura no equívoco agente)
le abría las puertas del buen humor
y de una crítica implacable contra
las diversas formas de estupidez que amenizan
nuestra vida social con el pretexto de beatificarla.
Ricardo Mestre era catalán y había
en él un antiguo caudal pagano, ese
saludable desprendimiento, esa irradiación
de tolerancia y libertad que acompaña
como una sombra soberana a algunos hijos
industriosos del antiguo Mar Mediterráneo.
He encontrado en un escritor inglés,
Norman Lewis en su libro Voces del viejo
mar, unas frases que me recordaron no poco
a ese Mestre que tuvo algo que ver con la
organización de los pescadores en
aquellas épocas del breve verano
libertario: "En lo más profundo
de mi corazón dice uno de los personajes
de aquel pequeño pueblo de pescadores
en Cataluña apoyo la noble filosofía
del anarquismo. Permítame que le
explique en que consiste el anarquismo.
Nosotros los anarquistas nos oponemos a
la intervención del Estado. Podemos
cuidar de nosotros mismos, construir nuestras
casas, hacer nuestras carreteras, enseñar
a nuestros hijos todo lo que necesitan,
saber. ¿Para qué necesitamos
al Estado" (Lewis, Op. cit. p. 95).
Mestre, desde luego, estaba consciente de
la necesidad de reformar nuestras sociedades
pero también estaba consciente de
la necesidad de reformar el entendimiento
que tenemos de su historia política
y cultural. Aunque era muy inquieto, no
compartía la idea de practicar esa
reforma por la vía armada ni mediante
los llamados a la toma violenta del poder.
¿De qué servía tomar
el poder si lo más importante y valioso
de la creatividad humana sucedía
en sus márgenes? Las tesis de Rudolf
Rocker expresadas en Nacionalismo y cultura
(por cierto una obra memorable pero ya fechada
y que sería imperioso actualizar)
eran bastante explícitas a ese respecto:
el Estado aparece ahí antes como
una máquina de expropiación
cultural que como un instrumento de creación
como una máquina de captura para
acudir a la jerga acuñada por Deleuze/Guattari.
Otra lección crítica de Rocker
concernía al nacionalismo. ¿Podía
hablarse seriamente de una cultura nacional
sin incurrir en grotescos pregones racistas
ni ensalzar a esas corporaciones de copistas
agazapados en las instituciones?
La postura crítica de Ricardo Mestre
ante los movimientos políticos organizados
por la violencia, su inagotable curiosidad
intelectual y su aptitud para irse dejando
leer cada día por la historia escrita
en los periódicos hacían de
él una figura popular entre los jóvenes
heterodoxos (intelectuales o no). A diferencia
de otros emigrados españoles en México
a quienes la derrota de la República
parecía haber dejado en la boca agrios
resabios, Mestre desprendía una facundia
y jovialidad excepcionales (no es que no
conociera algunos problemas, pero tenía
el poder de los fuertes y, por ejemplo,
no le gustaba dar demasiada importancia
a su paso por el campo de concentración
de Argelés). La derrota, parecía
decir, fue de los ejércitos; la lucha
por las ideas sigue y seguirá. A
sus ojos uno de los signos de la amistad
era la eficacia: le encantaba conseguirte
un libro que no hubieses encontrado, un
dato de difícil acceso y nada agradecía
tanto como una ayuda discreta y oportuna,
por ejemplo el préstamo de la Historia
del socialismo de Jean Juarès. La
idea de la acracia, del impulso libertario
entendido como un proceso progresivo de
emancipación de la autoridad instituida
no dejaba y no deja de parecerme una pendiente
saludable en un universo como el nuestro
(hispánico, hispanoamericano y mexicano)
en que la bendición de la autoridad
central (antes Papal) parece ir y va muchas
veces antes que el bienestar y la salud
de los bendecidos. Tanto más saludable
cuanto que esa dependencia de los funcionarios
(públicos y privados) de toda índole
lleva a la circunstancia ubicua de que todo
parece haber sido inventado menos para la
comodidad o beneficio de los usuarios que
para el bienestar y tranquilidad de los
administradores. Ricardo Mestre supo infundir
en muchos de sus jóvenes y no tan
jóvenes amigos, por ejemplo Enrique
Krauze o Alan Derbez, la idea de que la
Reforma del Estado pasa por una Reforma
Radical del Entendimiento que de Él
tenemos: que no debemos esperar tanto de
las máquinas burocráticas
ni menos vivir en las ascuas permanentes
de una crítica resentida a las academias
e instituciones y que acaso sea mejor aproximarnos
al futuro simple y sencillamente, siendo
prácticos, ejerciendo esa forma de
misericordia encubierta en el antiguo sentido
común. Por alguna de esas razones,
ante Ricardo Mestre uno se sentía
invariablemente más viejo que él,
como ha recordado oportunamente Gabriel
Zaid. Saludable desde joven, contaba que
durante la Guerra Civil cambiaba a los milicianos
los cigarrillos y el alcohol de la ración
cotidiana por embutidos y conejos. A diferencia
de muchos de sus espectrales partisanos,
terminó la guerra con la risueña
corpulencia que ya para siempre fue suya.
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