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Anarquismo en México 
 

Anarquismo en México
Mónica Serrano Díaz
moni_ks@hotmail.com


El movimiento anarquista en México surge 50 años antes de la revolución de 1910, es producto de un turbulento proceso de desarrollo después de concluida la guerra de independencia. Sus influencias, son traídas de Europa, prácticamente el mutualismo de Proudhon, el colectivismo de Bakunin, el comunismo anárquico de Kropotkin, el individualismo de Godwin y Stirner, así como el socialismo de Owen.
Hubo un primer intento de traer el anarquismo a México por parte del inglés Roberto Owen, en el año de 1824, en el estado mexicano de Texas, pero fracasaron las gestiones con el gobierno mexicano, para hacer en dicho estado el escenario de su utopía y de su sociedad perfecta (Nueva Armonía).
El segundo intento de traer el anarquismo a México que hubo fue más fructífero, y lo hace un inmigrante griego llamado Plotino Rhodakanaty, humanista, pacifista y político activista influenciado principalmente por las ideas de Proudhon y Fourier.
En el año de 1860 durante su estadía en Francia, Rhodakanaty conoció a un joven socialista mexicano que le hablóAå de los decretos agrarios dictados por el gobierno de Comonfort, donde sé hacia la invitación a los extranjeros para establecerse en el país y crear nuevas colonias agrícolas independientes.
Pero es a finales del mes de marzo del siguiente año de 1861, que llega a México, pero las colonias agrícolas planeadas por Comonfort, se habían olvidado tiempo atrás, a causa de la guerra de reforma. A su llegada al país Rhodakanaty comprobó que los campesinos, en sus pueblos tradicionales, vivían según las ideas básicas de Fourier y Proudhon, pero estaban siendo oprimidos por el despojo de los hacendados y por la insensibilidad de un gobierno indiferente, decide organizarlos y construir con su propia iniciativa un sistema socialista de colonias agrarias.
Para poder conquistar adeptos Rhodakanaty, publica "La Cartilla Socialista" (Catecismo Elemental de la Escuela Socialista de Carlos Fourier), y para poder convencer al lector de que el socialismo era deseable e idóneo. Al no reclutar un numero suficiente de partidarios, para poder conformar una colonia agrícola, ocupa un puesto de profesor en una escuela preparatoria, para poder hacer adeptos al socialismo libertario, 1863 junto a sus alumnos forma un grupo de estudio, que posterior mente se le da el nombre de "Grupo de Estudiantes Socialistas", de este grupo, surgieron futuros jefes del socialismo en México, como Francisco Zalacosta, quien encabezaría las futuras luchas agrarias; Santiago Villanueva, organizador del primer movimiento obrero en el país; Hermenegildo Villavicencio, que colabora con Villanueva.
Al terminar la escuela en 1865, los estudiantes se hicieron artesanos, pero al ver los crecientes problemas que sufrían los artesanos, a causa y como consecuencia de las fabricas, que redujeron a la impotencia al sistema gremial de protección mutua, intentaron revivir la primera organización mutualista del país, "La Sociedad Particular de Socorros Mutuos" que fue formada en 1853 por artesanos sombrereros, pero ahora con la posición ideológica del socialismo libertario.
Otra organización anarquista de influencia bakuninista (una sociedad secreta), "La Social, Sección Internacionalista" surgida también del Club Grupo de Estudiantes Socialistas, es formada en 1868 y cuyo plan era la instauración del socialismo en México y destruir la relación entre el Estado y el sistema económico, para la reorganización de la propiedad, la abolición de la política y de los partidos políticos, la completa destrucción del sistema feudal y la promulgación de leyes de reforma agraria. La Social, aunque se disuelve al poco tiempo de formada y es hasta 1871 cuando vuelve a formarse (con los socios fundadores: Rhodakanaty, Zalacosta, Villanueva y Villavicencio), tiene gran influencia en la creación del movimiento agrario y obrero en el siglo XIX, en México.
En Marzo de 1865 los obreros de las fabricas de San Ildefonso Tlalnepantla y la de La Colmena, en México, avisaron a las sociedades recién formadas, que deseaban proteger sus intereses. La Social y La Sociedad Particular de Socorros Mutuos, nombran a Zalacosta y a Villanueva, como delegados para tratar con los obreros, y de estas reuniones surge "La Sociedad Mutualista del Ramo de Hilados y Tejidos del Valle de México", que abarcaba a los obreros de ambas fabricas.
El 10 de junio, los empleados de la fabrica de San Ildefonso abandonaron su trabajo y al día siguiente los de La Colmena. Y el 19 de junio, el representante del gobierno se presento en la Fabrica de San Ildefonso con 25 hombres armados, rompiendo la primera huelga obrera en México.
Para resarcir la derrota en Tlalnepantla, Villanueva y Villavicencio crean una nueva sociedad, según los principios de Bakunin, con el nombre de "Sociedad Agrícola Oriental", siendo en las décadas 1860 y 1880 el principal centro de actividad anarquista y de organización laboral urbana.
Mientras sus adeptos sufrían la derrota en Tlalnepantla Rhodakanaty seguía insistiendo en las comunas agrícolas y organiza una en Chalco, Estado de México, con el fin mismo de La Social, y funda al mismo tiempo una escuela para campesinos llamada "La Escuela del Rayo y del Socialismo", donde se enseñaba a los campesinos a leer y a escribir, oratoria, métodos de organización y los ideales del socialismo libertario.
Un estudiante de nombre Julio Chávez López (Julio o Julián Chávez López, no se sabe exactamente el nombre), llamó la atención de Rhodakanaty, por su rápido aprendizaje y por su elocuencia al decir discursos. Chávez López fue influenciado profundamente por Rhodakanaty y Zalacosta, demostrando sus principios anarquistas al escribir: "soy socialista porque soy enemigo de todos los gobiernos y comunista porque mis hermanos quieren trabajar las tierras en común".
Los campesinos y Chávez López, estaban resueltos a tomar medidas drásticas, al hacerse justicia y reestructurar el orden agrario en la zona de Chalco, y Rhodakanaty por su condición de pacifista, temía a la posibilidad de violencia, abandonando la escuela en 1867 y después de su partida, Chávez reúne a un pequeño grupo de seguidores e invade las haciendas en la zona de Chalco y Texcoco y a los pocos meses extiende sus actividades a Morelos en el sur, al este en San Martín Texmelucan y l oeste hasta Tlalpan. Chávez López atraía a la clase indígena prometiéndoles tierras de las haciendas, por lo que el y su lucha son los antecesores del Zapatismo, en la revolución de 1910.
El 20 de Abril de 1869 se publica el manifiesto de Chávez, que incitaba al pueblo a levantarse en armas para establecer un nuevo orden agrario y oponer resistencia a lo que describía como opresión de las clases altas y de la tiranía política del gobierno central.
La importancia del manifiesto de Chávez en el desarrollo de la ideología agraria, es que, introdujo el concepto europeo de socialismo, de la lucha de clases, al movimiento mexicano, situando las injusticias sufridas de los campesinos dentro de un contexto histórico e identificando a los responsables.
Además Chávez proponía en su manifiesto reemplazar la soberanía del gobierno nacional, al que veía como el corrupto colaborador de los hacendados, por el verdadero principio de poblados con gobiernos autónomos, el ideal común a muchas revoluciones agrarias.
El manifiesto de Chávez, fue la expresión de un tipo de ideología de lucha de clases que surgían del desesperado movimiento agrario mexicano.
Pero muchos obstáculos encontraron Chávez y sus seguidores en su lucha y pocos días de haberse publicado su manifiesto, este es detenido y conducido a Chalco, logrando ser rescatado por sus amigos campesinos, tuvo que refugiarse en los cerros y después de tiempo el avance de Chávez era inminente en Texmelucan, Apizaco, Tlaxcala e Hidalgo, y junto con su gente vence a las tropas del ejercito.
Conforme avanzaba Chávez, intentaba ganarse el apoyo de la gente leyéndoles y explicándoles la ideología de su manifiesto, y demostraba la aplicación practica apoderándose de haciendas y distribuyendo la tierra entre los campesinos.
Chávez llego hasta Actopan, donde estableció su campamento y comenzó a preparar el ataque, pero fue sorprendido y derrotado por el ejercito juarista, conduciéndolo a Chalco donde fue fusilado en el patio de La Escuela del Rayo y el Socialismo, el 1 de septiembre de 1869, se cree que dijo: "Viva el Socialismo" al ser fusilado.
El movimiento campesino de Chávez fue el primero en la historia de México, que pidió la reorganización de la sociedad y que lucho por la formación de las sociedades agrícolas que estarán siempre vigilando la defensa común sin necesidad de extraños que den ordenes y castiguen.
Después de la muerte de Chávez y el regreso a Europa por parte de Rhodakanaty, así como el aparente fracaso de los demás miembros de La Social y La Sociedad Particular de Socorros Mutuos (El grupo de Estudiantes Socialistas), se suscitaron nuevas formas de lucha tanto en las zonas urbanas como en las rurales, el anarquismo no desapareció totalmente de México, creándose así nuevos grupos y organizaciones con las mismas bases de las propuestas de Rhodakanaty, de los miembros de La Social y de Julio Chávez López, surgen igualmente la prensa obrera, con el Magonismo, el Partido Liberal y Regeneración; las federaciones obreras con La Casa del Obrero Mundial en cuyo seno las ideas anarquistas eran mayoritarias.
M. BAKUNIN
Revolucionario ruso. Uno de los fundadores del anarquismo. En los años 1830, Bakunin fue un Joven Hegeliano. En 1848 participó en la revolución en Alemania (alzamiento de Dresden). Fue arrestado en 1849 y entregado a las autoridades rusas.
Sentenciado a cadena perpetua, fue enviado al exilio interno en Siberia luego de la muerte del Zar Nicolás I (1857). En 1861 fugó de Rusia y se trasladó a Londres.
Desde Londres, Bakunin participó en la Liga de la Paz y la Libertad. En el II Congreso de la Liga, en 1868, él y sus correligionarios, estando en la minoría, dividieron a la Liga para establecer su propia organización, la Alianza Internacional de la Democracia Socialista. A fines de año Bakunin se muda a Ginebra.
En 1869 la Alianza se une a la Internacional Obrera. En la Internacional Bakunin emerge como líder de un importante bloque en oposición a Karl Marx.
Él se dedica en esos años a viajar por Francia y Suiza, dando charlas y agitando por sus posiciones políticas. En 1872 es expulsado de la Internacional.
En 1874 participa en una fallida insurrección en Boloña. Viaja a Berna en Junio de 1876, y allí muere el 1 de julio del mismo año. De él, Federico Engels escribiría que combinó a Stirner con Proudhon, llamando a dicha combinación "anarquismo".
Pierre Joseph Proudhon
Nace en Besançon, Trabaja como pastor y como aprendiz de impresor. Obtiene una beca para estudiar pero la pierde en pocos años por su radicalismo político.
En 1848 es elegido diputado en la Asamblea Nacional.
El fracaso de todas sus propuestas le hace abandonar las vías políticas oficiales y defender posturas anarquistas.
Considera que el individuo es un ser imperfecto por lo que cualquier reforma social requiere la reforma moral del individuo. La familia y la propiedad familiar debe ser la base de la economía. Debe desaparecer el Gobierno, el crédito, la banca y el dinero.
Fue duramente criticado por Marx en la Miseria de la filosofía.
Su aportación principal es el denominado "anarquismo teórico". "¿Qué es la propiedad", su primer ensayo, escrito en 1840, le presenta en sociedad como uno de los principales pensadores de la época. Su filosofía abogaba por la existencia de un orden natural, basado en la armonía, y la fundación de un banco para el pueblo que eliminase los intereses por el préstamo de dinero. Proudhon es autor de otros trabajos como: "La filosofía de la miseria", "La guerra y la paz" y " Memorias de la propiedad".
RICARDO FLORES MAGÓN
Ricardo inició su actividad política como líder estudiantil antiporfirista. Participó en las manifestaciones callejeras de la ciudad de México que tuvieron lugar en mayo de 1892.
Gómez-Quiñones escribe que la protesta de 60 estudiantes y otras personalidades, tenía el objetivo de exigir elecciones libres y de pedir a Díaz dejara la presidencia.
Samuel Kaplan, en su libro Combatimos la tiranía, reproduce un fragmento del discurso de Ricardo frente a la escuela de Minería:
En 1876 -gritó Ricardo- Díaz denunció al presidente Lerdo de Tejada ¿Por qué? Por querer reelegirse. ¿Pero qué sucedió al año siguiente? El rebelde Díaz se adueñó del control del gobierno. ¿Y que pasó entonces, compañeros? Díaz, cómodamente perdió la memoria en cuanto a su santo y seña de la no reelección.
Desde entonces, el tirano se ha hecho reelegir sin cesar, menos en el período en que su protegido González ocupó la presidencia... ¿Cómo se reelige? ¡Ya lo saben! Por medio de sus jefes políticos contrata las elecciones en todos y cada uno de los distritos del país... amenazando a los obreros con correrlos del trabajo si no votan por Díaz. Aterrorizan a los campesinos.
Los emborrachan con pulque o mezcal y los llevan como ganado a las urnas. Y, por si fuera poco, ¿quién vende nuestro país a los industriales franceses, ingleses y norteamericanos, de modo que, además de ser esclavos de la iglesia, lo somos también de los países extranjeros?
Hernández Padilla relata que un centenar de personas, entre azoradas e incrédulas, escuchaban a tan osado estudiante. De pronto, apareció la caballada y, cargando contra la multitud, trató de dispersarla.
Los sables alcanzaron a algunos fatalmente, otros quedaron heridos, los demás corrían y gritaban: "¡Muera Díaz! ¡Viva la libertad!" Dos de los hermanos Flores Magón, Jesús y Ricardo, fueron aprehendidos y enviados durante un mes a la cárcel; Enrique, el más joven, pudo escapar.
Una vez libre, Ricardo empezó a publicar sus primeros escritos en el periódico opositor El Demócrata. Gracias al mismo Kaplan, podemos conocer un párrafo de un editorial El Demócrata, escrito por Ricardo:
Cada hacendado se ha vuelto un barón feudal.
Tiene poder de vida y muerte sobre los míseros peones; sus hijas y mujeres atractivas están a disposición de el. Y no hay autoridad que les diga nada.
Cuando venden sus propiedades las enumera y hace constar que consisten en tantas miles de hectáreas, tanto bueyes, vacas, peones y otros animales.
¡Así aparece en las escrituras!¡Dios lo ayude a México!, donde los seres humanos son tratados peor que vacas o puercos. Donde el 80% de todos los trabajadores de hacienda existen -¡no viven! - , en estado de peonaje en manifiesta esclavitud. ¡Mexicanos, examinen su Constitución! ¿Reconoce acaso el derecho de un acreedor de apoderarse y retener el cuerpo un deudor? ¡Por la gloriosa memoria de Benito Juárez, no! Pero, ¿por qué preocuparse un comino por la Constitución? ¿Por qué, ciertamente, cuando es la cosa más fácil del mundo, amontonar sobre ella el lodo del desprecio en tal forma que ya no es visible en los llamados tribunales? En todas partes las autoridades, con alaridos de placer, juntan sus manos a las de los opresores del pueblo.
La razón hasta los ciegos pueden verla. Los pretendidos protectores de los derechos del pueblo son de la non sancta alianza. ¿Por cuanto tiempo, oh Señor?
Aumentó el número de lectores de El Demócrata y, por consecuencia, su tiraje. Porfirio Díaz envió a Miguel Cabrera, jefe de policía, al frente de un grupo de secuaces a clausurar la oficina del mencionado periódico y a detener a los Flores Magón. En esta ocasión sólo apresaron al mayor de los hermanos, a Jesús.
Durante seis años, los Flores Magón ahorraron cuanto pudieron. Hasta el 7 de agosto de 1900 pudieron publicar su propio periódico: Regeneración.
Antes de analizar y comentar los artículos de Ricardo, durante los primeros diez años de Regeneración, es necesario retroceder un poco para relatar el resurgimiento político del clero católico mexicano, cobijado y protegido por la dictadura porfirista.
En San Luis Potosí, cuenta Cockcroft, los sacerdotes fueron vistos llevando puestas en público sus elaboradas vestimentas sacerdotales de satín y oro. Se permitió que funcionaran escuelas católicas en varias partes del Estado. Los liberales locales se irritaban cada vez más por estos abiertos desafíos a la Constitución de 1857 y a las Leyes de Reforma.
En el verano de 1900, los liberales acusaron formalmente al obispo de San Luis Potosí, Ignacio Montes de Oca y Obregón, de manipulaciones ilegales de bienes raíces. Como podía esperarse, la justicia local exoneró al obispo (doce años más tarde la decisión fue revocada). Estaba implícito en los cargos de los liberales contra el obispo, un sentimiento difundido de que la Iglesia había recobrado, en San Luis Potosí, un grado reminiscente del poder de la Iglesia anterior a las leyes de Reforma.
Un monasterio abandonado en el Estado, que había sido convertido en un colegio de monjas, enfureció a los liberales, quienes declararon que el edificio estaba siendo usado como escuela católica para niñas.
Pero la gota que derramó el vaso fue un discurso, en París, el 6 junio de 1900, del obispo mencionado ante la Asamblea General del Congreso Internacional de Agencias Católicas. El 7 de agosto de 1900, el mismo día que aparecía en la capital del país el primer número de Regeneración, El Estandarte publicó el discurso del Obispo.
Montes de Oca y Obregón, que trece años antes había advertido a los católicos que "las mejores épocas" eran cosa del pasado, ahora aseguraba que gracias a la benévola dirección del gobierno de Díaz y con el apoyo de las mujeres mexicanos, la Iglesia de México había alcanzado "la prosperidad actual".
Las Leyes de Reforma, declaraba el obispo, son leños apagados. El 30 de agosto, Camilo Arriaga publicó su manifiesto "Invitación al Partido Liberal", denunciando el resurgimiento de" clericalismo bajo el porfiriato. No se imaginaba que prendía la chispa del incendio, social que haría caer al dictador.
Camilo Arriaga, potosino e ingeniero de minas, fue, como Madero, un intelectual de clase alta de una familia oligárquica norteña aunque representó una tendencia mucho más radical, entre los intelectuales inconformes de México, que la ejemplificada por Madero.
Sujeto como estaba a los intereses de la burguesía mexicana, ante de Ricardo y sus seguidores cercanos, Arriaga se quedó en los límites del reformismo burgués.
En 1888, el tirano Díaz hizo que el gobernador de San Luis Potosí nombraba a Camilo Arriaga, Diputado de la Legislatura del Estado. En 1890, cuando su padre murió, Camilo, de 28 años de edad, fue ascendido dictador a Diputado del Congreso Nacional, puesto que retuvo 1898.
A pesar del imperante positivismo de la educación oficial – nos dice Cockcroft, Camilo empezó a leer las obras de Proudhon, Marx, Engels, Bakunin y otros socialistas y anarquistas europeos. Más tarde, antes de su declaración liberal de rebelión, en 1900 Arriaga fue a Europa, en donde adquirió su posteriormente famosa biblioteca de libros y folletos radicales europeos.
En 1898, Arriaga se presentó ante el Congreso para comunicar el engaño de la Iglesia y de sus colaboradores político. Una minoría de diputados lo apoyó. Todos ellos fueron eliminados del Congreso por el tirano Díaz, ese mismo año.
Usando el capital que la crisis de 1892-1895 le había dejado, Camilo dedicó dinero y esfuerzo para formar un movimiento de oposición política contra Díaz.
Cuando Arriaga, en 1899, regresó a San Luis Potosí, cultivó la amistad de jóvenes políticos liberales disidentes, como Juan Sarabia y Antonio Díaz Soto y Gama. Pronto se agregaron Librado Rivera y los Flores Magón. Esta nueva generación de jóvenes idealistas se reunían con Arriaga, frecuentemente en su propio domicilio a leer y comentar algunas de las obras de los autores revolucionarios más avanzados de la época.
El 23 de febrero de 1901. Regeneración, reconoció que Camilo Arriaga era "el alma del actual movimiento político".
Camilo, un intelectual de la clase alta, fue un precursor de la Revolución Mexicana al difundir las obras de socialista y anarquista a los descontentos de otras clases sociales.
Santiago R. de la Vega, escribió más tarde: "Camilo ponía en nuestras manos a Carlos Marx. Por camilo conocí al dulce príncipe Kropotkin y toda la biblioteca Stock, que se especializaba en publicar y distribuir las obras de los líderes anarquistas europeos".
Antonio Díaz Soto y Gama, años después, recordaría los libros que Camilo le daba a leer: La conquista del pan, Memoria de un revolucionario, La ética, El apoyo mutuo como factor de progreso entre los animales y los hombros, de Kropotkin; el ideal anarquista, de Elisée Réclus y varios libros de Bakunin, Carlos Malato, Proudhon y Marx.
Mónica Serrano Díaz
moni_ks@hotmail.com

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Cuadrivio de Mestre
Adolfo Castañón

A Ricardo Mestre (Cataluña 1906-México 1997) lo conocí gracias a Héctor Subirats y a José Luis Rivas quienes colaboraban con él y con otros compañeros (como A. Eyzaguirre y V. Molina) editando una modesta revista de ambiciones provocadoras, festivas y escépticas. Caos -así se llamaba alcanzó varios números. Siete, si no recuerde mal donde, además, de los mencionados se publicaron entre 1974 y 1981 ensayos y textos de Max Stirner, Cornelius Castoriadis, Georges Bataille, E. M. Cioran, Fernando Savater, Tomás Pollan, Agustín García Calvo, H.L. Mencken, Claude Lefort, Pierre Clastres, Luis Racionero, Jaime Moreno Villarreal, Alfonso D'Aquino, Jan Kott, Manifiestos Situacionistas y unos memorables Poemínimos apócrifos de Efraín Huerta cortesía del colectivo Caos, entre otros materiales. En uno de los últimos números estos buenos amigos hicieron espacio para publicar algunas de las sátiras que componen un libro precoz, (como todos los míos), en parte inspirado en el latino Juvenal y en parte alentado por los bochornosos episodios circundantes en México a principios de los años ochenta.
Ricardo Mestre Ventura tenía algo de corpulento patriarca bíblico, una voz estentórea y resonante como de guerrero troyano y una mirada viva, benévola y traviesa. Llevaba mucho tiempo en México, desde los años cuarenta, adonde había llegado al término de la Guerra Civil Española que, para él, como para otros tantos anarquistas, fue doblemente arriesgada. En un despacho de la calle de Morelos, situado cerca de Bucareli y del Café La Habana, en pleno corazón del antiguo México político y periodista, animaba y orientaba un grupo de estudios libertarios; el sitio daba servicio de biblioteca, se consultaban revistas extranjeras afines y era, por supuesto, un punto de reunión obligado para ciertos heterodoxos.
Aquel lugar honesto y luminoso poco tenía que ver con las covachuelas tenebrosas que mi imaginación aderezaba alrededor de los conjurados Demonios de Dostoievsky, del evasivo Silvestre Lanza o de las biografías de los atormentados mexicanos Ricardo Flores Magón y Librado Rivera. La bondad incondicional de Ricardo Mestre, su bonhomía de fondo campesino y mediterráneo, su paternal modestia corrían el riesgo de hacer olvidar el peso de su experiencia vivida y leída. Desconfiaba de la autoridad en primer lugar de la propia y le gustaba jugar a las ideas respetando las del adversario. Cuando la charla se prolongaba, íbamos a comer al Mesón del Cid, muy cerca de su oficina pues a él le gustaba asistir al espectáculo de mi paladar aventurero mientras recordaba golosamente sus peripecias en la Revolución de 1934 en Barcelona o despotricaba contra los diversos y zurdos promotores de la violencia armada como instrumento del cambio político.
A Ricardo Mestre le debo además de muchos buenos recuerdos, un cuadrivio de cuatro lecciones: la primera es la lectura del doctrinario libertario Rudolf Rocker y de su imponente Nacionalismo y cultura, libro de cabecera no confesado de más de uno; la segunda: una convicción clara que para mi representó un alivio y un descubrimiento de que se puede (y acaso se debe) hacer política fuera de los partidos, una actitud paralela a la idea esa es la tercera lección de que la sociedad puede prescindir de la vigilancia y control de los gobiernos, que las sociedades, provistas de una cierta educación son capaces merced a la organización y al Apoyo Mutuo (cf. Kropotkin) de administrarse a si mismas sin demasiados aspavientos (lo que de hecho ocurre en no pocos lugares donde las cosas funcionan). El corolario de estas ideas (cuarta lección) es la idea (poco romántica y atrevidamente estóica y epicúrea) de que la cultura ha de ser instrumento de la felicidad y la alegría, un agente de la Gaya Ciencia y no de un enigmático terror supersticioso fundado en infundadas reverencias. Esta crítica al terrorismo alfabético (del que yo había sido víctima y del que me sentía en aquellos años de contracultura no equívoco agente) le abría las puertas del buen humor y de una crítica implacable contra las diversas formas de estupidez que amenizan nuestra vida social con el pretexto de beatificarla.
Ricardo Mestre era catalán y había en él un antiguo caudal pagano, ese saludable desprendimiento, esa irradiación de tolerancia y libertad que acompaña como una sombra soberana a algunos hijos industriosos del antiguo Mar Mediterráneo. He encontrado en un escritor inglés, Norman Lewis en su libro Voces del viejo mar, unas frases que me recordaron no poco a ese Mestre que tuvo algo que ver con la organización de los pescadores en aquellas épocas del breve verano libertario: "En lo más profundo de mi corazón dice uno de los personajes de aquel pequeño pueblo de pescadores en Cataluña apoyo la noble filosofía del anarquismo. Permítame que le explique en que consiste el anarquismo. Nosotros los anarquistas nos oponemos a la intervención del Estado. Podemos cuidar de nosotros mismos, construir nuestras casas, hacer nuestras carreteras, enseñar a nuestros hijos todo lo que necesitan, saber. ¿Para qué necesitamos al Estado" (Lewis, Op. cit. p. 95). Mestre, desde luego, estaba consciente de la necesidad de reformar nuestras sociedades pero también estaba consciente de la necesidad de reformar el entendimiento que tenemos de su historia política y cultural. Aunque era muy inquieto, no compartía la idea de practicar esa reforma por la vía armada ni mediante los llamados a la toma violenta del poder. ¿De qué servía tomar el poder si lo más importante y valioso de la creatividad humana sucedía en sus márgenes? Las tesis de Rudolf Rocker expresadas en Nacionalismo y cultura (por cierto una obra memorable pero ya fechada y que sería imperioso actualizar) eran bastante explícitas a ese respecto: el Estado aparece ahí antes como una máquina de expropiación cultural que como un instrumento de creación como una máquina de captura para acudir a la jerga acuñada por Deleuze/Guattari. Otra lección crítica de Rocker concernía al nacionalismo. ¿Podía hablarse seriamente de una cultura nacional sin incurrir en grotescos pregones racistas ni ensalzar a esas corporaciones de copistas agazapados en las instituciones?
La postura crítica de Ricardo Mestre ante los movimientos políticos organizados por la violencia, su inagotable curiosidad intelectual y su aptitud para irse dejando leer cada día por la historia escrita en los periódicos hacían de él una figura popular entre los jóvenes heterodoxos (intelectuales o no). A diferencia de otros emigrados españoles en México a quienes la derrota de la República parecía haber dejado en la boca agrios resabios, Mestre desprendía una facundia y jovialidad excepcionales (no es que no conociera algunos problemas, pero tenía el poder de los fuertes y, por ejemplo, no le gustaba dar demasiada importancia a su paso por el campo de concentración de Argelés). La derrota, parecía decir, fue de los ejércitos; la lucha por las ideas sigue y seguirá. A sus ojos uno de los signos de la amistad era la eficacia: le encantaba conseguirte un libro que no hubieses encontrado, un dato de difícil acceso y nada agradecía tanto como una ayuda discreta y oportuna, por ejemplo el préstamo de la Historia del socialismo de Jean Juarès. La idea de la acracia, del impulso libertario entendido como un proceso progresivo de emancipación de la autoridad instituida no dejaba y no deja de parecerme una pendiente saludable en un universo como el nuestro (hispánico, hispanoamericano y mexicano) en que la bendición de la autoridad central (antes Papal) parece ir y va muchas veces antes que el bienestar y la salud de los bendecidos. Tanto más saludable cuanto que esa dependencia de los funcionarios (públicos y privados) de toda índole lleva a la circunstancia ubicua de que todo parece haber sido inventado menos para la comodidad o beneficio de los usuarios que para el bienestar y tranquilidad de los administradores. Ricardo Mestre supo infundir en muchos de sus jóvenes y no tan jóvenes amigos, por ejemplo Enrique Krauze o Alan Derbez, la idea de que la Reforma del Estado pasa por una Reforma Radical del Entendimiento que de Él tenemos: que no debemos esperar tanto de las máquinas burocráticas ni menos vivir en las ascuas permanentes de una crítica resentida a las academias e instituciones y que acaso sea mejor aproximarnos al futuro simple y sencillamente, siendo prácticos, ejerciendo esa forma de misericordia encubierta en el antiguo sentido común. Por alguna de esas razones, ante Ricardo Mestre uno se sentía invariablemente más viejo que él, como ha recordado oportunamente Gabriel Zaid. Saludable desde joven, contaba que durante la Guerra Civil cambiaba a los milicianos los cigarrillos y el alcohol de la ración cotidiana por embutidos y conejos. A diferencia de muchos de sus espectrales partisanos, terminó la guerra con la risueña corpulencia que ya para siempre fue suya.

 
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